Remedios para los problemas en la oración

Remedios para los Problemas en la Oración

Por el Dr. Peter Masters

“Y se quedó Jacob solo, y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó el encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba” (Génesis 32:24-25).

Los creyentes pueden experimentar diversos problemas en su vida de oración, y los pastores no están exentos. En este capítulo se presentarán varios de esos problemas, junto con posibles soluciones. (No incluiremos aquí la posibilidad de un endurecimiento del corazón por causa de un pecado grave no confesado).

  1. Incapacidad de orar eficazmente debido a la falta de seguridad de salvación.

  2. Frialdad espiritual, o falta de deseo o entusiasmo (en un creyente que por lo demás es sincero).

  3. Pérdida extraña de toda sensación de estar realmente hablando con Dios.

  4. Pensamientos que divagan, poca capacidad de concentración o cansancio, generalmente sólo durante la oración.

  5. Preocupaciones que abruman y ahogan la oración.

  6. Olvido de asuntos importantes.

  7. Tendencia mecánica a orar siempre con las mismas palabras por los mismos temas.

  8. Incapacidad de rogar con fervor debido a la idea de que Dios ha predestinado todas las cosas.

  9. Intrusión de la ira o el resentimiento por agravios sufridos.

  10. Emociones excesivas que perturban el pensamiento durante la oración.


Orar Cuando Fallan las Emociones

Consideremos primero un grupo de problemas: falta de seguridad, frialdad en la oración, escasa conciencia de la presencia de Dios y poco deseo de orar. Para hallar una solución podemos acudir al texto más famoso para almas turbadas – Isaías 50:10:

“¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová y oye la voz de su siervo, y que aun así camina en tinieblas y carece de luz? Confíe en el nombre de Jehová y apóyese en su Dios”.

Estas palabras advierten que habrá momentos en que los sentimientos —incluida la seguridad de salvación— abandonarán al creyente. Pero la instrucción del Señor es clara: esto no impide la fe ni la oración. Por lo tanto, debemos mantener nuestros deberes espirituales, confiando en el nombre del Señor y apoyándonos en nuestro Dios. En efecto, el versículo dice: “Tu sistema emocional ya no coopera, y no puedes sentir lo que quisieras. Es probable que el enemigo de tu alma aproveche esto para atacarte, pero esto no invalida tu oración”. En esas circunstancias, como ya se ha aconsejado en estas páginas, debes acercarte al Señor sin el auxilio de las emociones, usando únicamente tu mente, confiando sólo en la fe. Si no puedes orar con la cabeza y el corazón a la vez, ora sólo con la cabeza.

Dios no ha cambiado. Aunque tú sientas que has cambiado, el mismo Dios misericordioso que escucha y responde las oraciones de Su pueblo también te oirá a ti. Debes confiar en Él. Ese es el consejo de Isaías 50:10.

Una vez aceptamos que es legítimo orar sólo con la mente, nos resulta más fácil orar. Al entender que la oración no depende de un sentimiento de seguridad ni de una experiencia tangible de comunión con Dios, podemos concentrarnos en la tarea. Tal vez esta sea la clase de oración que más agrada a Dios. Recordemos la acusación de Satanás en el caso de Job: que Job no servía a Dios gratuitamente y que, si sus bendiciones se le quitaban, su falta de sinceridad quedaría expuesta. Pero Job no abandonó su fe en el Señor, a pesar de sus quejas e insolencias. Satanás fue refutado.

El adversario también piensa que nosotros servimos a Dios sólo mientras tengamos buenas sensaciones. Pero el Señor, por decirlo así, responde en Isaías 50:10: “Mi siervo me buscará aunque sólo le quede la mente. Usará esa mente por completo y orará con ella”. Si perseveramos en la oración sin importar cómo nos sintamos, Satanás volverá a equivocarse. Dios se complace especialmente cuando perseveramos en la oración a pesar de la falta de sensaciones y emociones cálidas, porque eso es fe “pura”, no asistida ni adornada por consuelos secundarios.

También nos ayuda saber que si no oramos, privamos a Dios de Su merecida alabanza. Aunque no sintamos lo que quisiéramos, seguimos teniendo una deuda de acción de gracias y adoración. Incluso si la alabanza se rinde solo con la mente, es completamente válida ante Dios, porque la mente es la parte más importante del alma, el palacio de la fe.

Problemas de Oración en los Salmos

Cuando oramos sólo con la mente, muchas veces el corazón termina respondiendo. Lo vemos en los salmos. En el Salmo 13, David empieza con profunda tristeza, pero tras afirmar con fuerza la fidelidad de Dios, las sombras se disipan y la seguridad retorna. Isaac Watts lo expresó así en un himno magistral:

¿Hasta cuándo ocultarás tu rostro?
¡Oh Dios, cuánto tardarás!
¿Cuándo sentiré esos rayos celestiales
que ahuyentan mi ansiedad?

El príncipe de las tinieblas tienta
con todo su poder:
extiende niebla ante mis ojos
y lanza sus dardos crueles.

¡Cómo se jactaría el tentador
si me llegase a vencer!
¡Cómo se alegrarían los impíos
por tu tardanza, oh Rey!

Pero el infierno huirá a tu reprensión,
y Satanás se esconderá;
pues teme el poder de tu mirada
y tu voz lo hará temblar.

Mostrarás tu gracia soberana,
esperanza de mi ser;
y mi alma te alabará
con himnos de gran poder.

Al final del salmo, David vuelve a alabar. Así debemos aprender que afirmar la bondad de Dios, incluso sin sentirla, a menudo conduce al regreso del gozo.

El Salmo 56 sigue un proceso similar. David expresa su confianza en Dios en las peores circunstancias, reflexiona sobre la Palabra y la bondad del Señor, y al final sus emociones se alinean con su mente. En el Salmo 61 dice: “Cuando mi corazón desmayare, llévame a la roca que es más alta que yo”. Una vez más, la reflexión y la alabanza elevan el alma.

Otros ejemplos similares: el Salmo 42, que no tiene autor atribuido, y el Salmo 77 de Asaf. En todos, la alabanza reaviva el corazón. También conviene recordar respuestas anteriores a la oración y dar gracias por ellas, incluso escribir una lista que podamos usar en la oración.

Otro remedio ya mencionado para los problemas emocionales es comenzar con intercesión. Rogar por otros cuando uno mismo está frío espiritualmente ayuda a recuperar el fervor, ya que cambia el enfoque de uno mismo a las necesidades ajenas.


Remedios Para el Cansancio Mental

Cuando el cansancio, la falta de concentración o la distracción dificultan la oración, una solución evidente es orar brevemente pero con más frecuencia. Oremos varias veces al día según lo permita el tiempo, y usemos oraciones “de emergencia” de pocas frases.

David dice en el Salmo 55:17: “Tarde, mañana y a mediodía oraré”. La frecuencia ayuda a superar el cansancio.

También puede ser útil dividir el tiempo de oración. Si los pensamientos comienzan a divagar, hagamos una pausa, leamos algo breve y retomemos la oración. Otro método probado es usar notas de oración: escribir una lista de los asuntos por los que debemos orar. Esto ayuda a mantener la concentración y evita la repetición mecánica.

Repetir cada petición una segunda vez también puede ser útil, no como vana repetición, sino como ayuda para enfocar y avivar la sinceridad. No debe ser una costumbre permanente, pero puede ser provechoso en momentos de fatiga.


Orar con la Escritura

Una ayuda preciosa para mentes cansadas es orar con la Palabra de Dios. Por ejemplo, con la carta a los Efesios, se puede leer un versículo o línea, luego orar sobre ese texto: agradecer, adorar, confesar, someterse, etc. Luego leer el siguiente versículo y repetir. Así dejamos que la Palabra dirija nuestra oración. Aunque no sustituye todo nuestro deber en la oración, puede ser un gran apoyo para reavivar el corazón.


Lidiar con Pensamientos No Deseados

¿Qué hacer ante pensamientos como ira, amargura o celos que invaden la oración? Deben ser rechazados con decisión. Hay que “mortificarlos”, es decir, hacerlos morir. Muchas veces están ahí porque se les ha dado rienda suelta durante días, en lugar de haberlos resuelto en oración. Debemos arrepentirnos antes de orar.

Si esos sentimientos son comprensibles, como dolor o decepción legítima, aún así hay que ponerles límite, especialmente en el momento de la oración. Las estrategias para combatir la frialdad o la falta de concentración también ayudan aquí. Hacer un compromiso solemne de no dar espacio a esos pensamientos es muy útil.


El Problema de la Predestinación

El fatalismo apaga el fervor. Es difícil orar por un enfermo si siempre añadimos, en tono resignado, “si es tu voluntad”. Decirlo está bien, pero entenderlo como determinismo es erróneo.

Dios usa la oración como medio para cumplir Su voluntad. Él no ignora nuestras súplicas. Yo mismo (dice el autor) sufrí este obstáculo en mis comienzos espirituales al comprender la soberanía divina. Me enseñaron que todo deseo de orar viene de Dios, pero de manera tan mecánica que parecía que si yo no oraba era culpa de Él por no impulsarme suficientemente.

Eso olvida el misterio entre la soberanía divina y la responsabilidad del creyente. Después de la conversión, tenemos una nueva responsabilidad. Dios nos llama a orar, y debemos responder. Si no oramos, la culpa es nuestra, y perderemos bendiciones.

Dios escucha, y quiere que oremos. Él tuvo en cuenta nuestras oraciones desde antes de la fundación del mundo. “No tenéis, porque no pedís” (Santiago 4:2). No caigamos en el fatalismo por malentender la predestinación.


¿Por Qué Debemos Pedir en Oración?

Reflexionar sobre el propósito de la oración puede aliviar muchos problemas:

  1. La oración afirma la soberanía, el poder y la majestad de Dios.

  2. Nos hace profundamente conscientes de su bondad.

  3. Nos lleva a tener comunión con Él.

  4. Nos recuerda nuestro privilegio de acercarnos al Rey de reyes.

  5. Nos enseña nuestras limitaciones y dependencia.

  6. Nos libra del orgullo.

  7. Nos aleja del egoísmo y nos lleva a pensar en otros.

  8. Fortalece la fe al ver respuestas acumuladas.

  9. Produce seguridad cuando los sentimientos fallan.

  10. Nos recuerda que nunca estamos solos.

  11. Nos enseña que todos los creyentes somos iguales ante Dios.

  12. Promueve el arrepentimiento al acercarnos al Señor.


Por medio de la oración, somos en gran medida liberados del ídolo del “yo”.

Por medio de la oración, somos en gran medida liberados del ídolo del “yo”.

La oración no sólo fortalece la fe, sino que la refuerza mediante una “memoria espiritual” que guarda los testimonios de las respuestas de Dios. En ocasiones, el Señor retrasa sus respuestas hasta que oramos repetidamente y con mayor intensidad, lo cual forma parte de un proceso que fortalece nuestra confianza. Las evidencias acumuladas de oraciones contestadas en el pasado desarrollan en nosotros una fe tenaz, segura de que Dios bendecirá a Su manera perfecta y en Su debido tiempo.

Además, junto con la fe, la oración produce seguridad espiritual. Muchas veces, cuando las emociones fallan, la evidencia de la bondad paternal de Dios se manifiesta justamente a través de oraciones contestadas. Nada ablanda más el corazón que una respuesta poderosa a la oración.

La oración, en un grado notable, hace que el creyente nunca se sienta solo. Podemos orar sea cual sea nuestra circunstancia y dondequiera que estemos.


La Oración Como Gran Igualador

La oración también es un gran igualador, pues nos enseña que ningún siervo de Dios es mayor que otro ante sus ojos. El apóstol Pablo suplica oración como si su utilidad dependiera de ello —¡y así era!—. El pueblo tenía una participación directa en su ministerio mediante la oración, recordando que él, como mortal necesitado, era igual que ellos. Sabiendo cuán dependiente era de las oraciones de los demás, Pablo fue librado de tener una visión exaltada de sí mismo.


La Oración Promueve el Arrepentimiento

Finalmente, la oración inevitablemente promueve el arrepentimiento, porque el solo hecho de acercarse al Señor mueve al verdadero creyente a avergonzarse de su pecado y a buscar limpieza. Cuanto más oramos, más sensibles nos volvemos a las faltas que obstaculizan nuestra comunión con Dios. Este efecto purificador de la oración es uno de sus mayores beneficios espirituales.

¿Por qué leer El modelo de Dios para la oración?

Porque no es un libro más sobre oración. Este libro desglosa el Padrenuestro como el modelo perfecto que Cristo dejó para guiar toda nuestra vida de oración. Cada frase es explicada con precisión bíblica, claridad reformada y aplicaciones prácticas para creyentes de hoy.

Aquí aprenderás:

  • Cómo orar cuando no sientes nada.

  • Cómo vencer la distracción y la frialdad espiritual.

  • Cómo estructurar tus oraciones con reverencia, profundidad y gozo.

  • Cómo redescubrir el poder de la intercesión y la alabanza bíblica.

El modelo de Dios para la oración es tanto una guía espiritual como un manual bíblico. Cada capítulo es una joya que renueva el alma, fortalece la fe y transforma tu comunión con el Señor.

Conoce a Peter Masters

Peter Masters es el pastor del histórico Tabernáculo Metropolitano de Londres, iglesia conocida por haber sido pastoreada por Charles Spurgeon. Lleva más de 50 años en el ministerio, y ha sido clave en el resurgimiento doctrinal y evangelístico de esta iglesia, que pasó de estar casi cerrada en los años 70 a convertirse en una congregación viva, comprometida y multirracial, con una asistencia dominical de más de mil personas.

Formado en teología reformada y profundamente arraigado en las Escrituras, el Dr. Masters es también editor fundador de la revista “The Sword & Trowel”, la misma que fundó Spurgeon en el siglo XIX. Ha escrito más de 30 libros sobre doctrina cristiana, vida espiritual, apologética, evangelización y teología pastoral, muchos de los cuales han sido traducidos a más de veinte idiomas y usados en iglesias, seminarios y misiones alrededor del mundo.

A través de su pluma, el Dr. Masters combina la profundidad bíblica, la claridad pedagógica y un tono pastoral lleno de convicción y compasión. Su meta no es simplemente enseñar, sino formar cristianos firmes en la verdad, sabios en la oración, y fieles en su andar con Dios.

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